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Exaltacion de la Divina Misericordia...
El cristo del real de minas...del plomo pobre...del Cardonal


Señor de Santa Teresa



Olor intenso a flor de manzanilla, mezcla de antiguas esencias de cedro,
mezquite y enebro; la profunda veneración al señor de Santa Teresa,
una hermosa leyenda y una comunidad digna, nacida de la minería, la forja y el tejido.

     

Entre los cerros de San Juan, Las Minas, El señor y El Calvario, se impone el Santuario al Señor de Mapethé. Pueblo al cual, se accede por la carretera que lleva de Ixmiquilpan, al norte de la cabecera municipal de Cardonal, en el estado de Hidalgo. La importancia que tiene el santuario en la región sólo es comprensible si hacemos una revisión, de lo que ha sido su historia a través del tiempo. Un pequeño libro de 188 páginas, impreso en el año de 1845, nos permite conocer los juicios emitidos acerca de una imagen de caña de maíz a fines del siglo XVII y en la primera mitad del XIX. Destinado a historiar el culto de la imagen del Cristo de Santa Teresa la antigua, sucesivamente nombrado “de Zimapán, del Cardonal, de las minas de plomo pobre, de las minas de guerrero”, y en el siglo XVII el Cristo de Ixmiquilpan, obra de la cual hemos sustraído la siguiente narrativa. 

 
 
Fragmentos extraidos del libro escrito
por el Dr. Alonso Velasco, cuyo titulo es:

 
Historia de La Milagrosa Renovacíon de la soberana imagen de Cristo Nuestro Señor Crucificado que se venera en la Iglesia del Convento de Santa Teresa la Antigua.
 

Origen de la Santa Imagen y señales prodigiosas
que precedieron a su milagrosa renovación

 
           
            
           
El muy notable caballero, Alonso de Villaseca, si ilustrísimo por su sangre, mucho mas por sus heroicas acciones, pues entre ellas sobresale su muy realizada piedad, en haber fundado  y dotado en esta ciudad de México, el colegio máximo de San Pedro y San Pablo de la sagrada religión de la Companía de Jesús, Para bien universal de todos estos reinos y provincias (a quienes todos somos deudores y nos debemos confesar y reconocer agradecidos), entre diversas imágenes sagradas que su religiosa piedad trajo a nuestra Nueva España de los reinos de Castilla, por los años de 1545, fue una del santo Crucifijo, que colocó en una iglesia del real de minas que llamaban del Plomo Pobre, que eran suyas, y después fueron de Agustín Guerrero, su yerno, y últimamente del Lic. Pedro de Zamora, cura vicario que á la sazón era de ellas, por los años de 1621, distantes de esta ciudad de México á la parte del Norte, veintiséis leguas y cuatro del pueblo de Ixmiquilpan, por cuya razón apellidaban la santa imagen, ya el Santo Cristo de Zimapan, del Cardonal, de las minas del Plomo Pobre, de las minas de Guerrero, aunque mas ordinaria y comúnmente, el Santo Cristo de Ixmiquilpan, por ser este pueblo la cabecera de aquel partido: el lugar que ocupaba en la iglesia, era el rincón de lado de la epístola, junto al mismo altar mayor, colgado de su cruz en la pared con unas alcayatas.
 
Con ocasión de ser de papelón y engrudo su materia, y por eso muy fácil de destruirse en poco tiempo cuanto mas en el dilatado que corrió desde el año de 1545 hasta el de 1615, que son setenta años que hacia estaba en la iglesia, se había maltratado tan sumamente, que estaba de arriba abajo muy negra y desfigurada del todo, de calidad, que tenia perdida toda su primera forma y parecía un trozó quemado muy prieto, como negro de guinea muy atezado, y se le había comido toda la cabeza de polilla, faltándole la boca, narices y ojos, de suerte que solo le había quedado la barba, en cuyo hueco, por arriba, anidaban los ratones, y con lo muy negro y prieto que estaba todo el cuerpo, no tenia, ni se le veía señal alguna de sangre en todo él, de suerte que provocaba á desprecio, que á devoción, con que solo por la tradición se podía entender fuese ó hubiese sido imagen de Cristo Señor nuestro crucificado. 

Estando en este estado, el Illmo. Arzobispo de México, D. Juan Pérez de la Serna, de buena memoria, en la primera visita que hizo de su arzobispado, el año de 1615, llegó a dichas minas y reconocida la indecencia de la santa imagen, para quitarla de los ojos y obviar los inconvenientes que ocasionaba se menos veneración y culto, mandó por auto, que dividida en pedazos, se enterrase con el cuerpo de la primera persona grande que muriese. No se cumplió con lo mandado por el auto en mas de cinco años que corrieron desde que se proveyó hasta en que se renovó la santa Imagen; porque por disposición de la divina Providencia, no llego en todos ellos el caso  de morir persona grande en que poder y deber dar ejecución a lo mandado, sino criaturas pequeñas, comenzando la poderosa mano de Dios con este auto y circunstancias, y modo con que se proveyó, a dar principio a los sucesos milagrosos que tenia decretados y ordenados.
 
Después de proveído este auto, por mas de los cinco años que corrieron  hasta la renovación de la Santa Imagen, se oían muchas noches grandes gemidos en la iglesia, toques y repiques de campanas, y ocurriendo los vecinos a llamar á los ministros para que fuesen á ver qué origen podían tener, ó de qué se ocasionaban, se atemorizaban tanto, que no solo iban al efecto para que los llamaban los vecinos, sino que se retiraban y cubrían las cabezas con la ropa de cama, y al experimentar que se repetía la segunda vez lo referido, sin un esperar á la tercera, se iban del real y mudaban de vecindad. 
  Otras veces se veían salir de la misma iglesia penitentes que se iban disciplinando y azotando hasta otra capilla vieja y arruinada que había en el mismo real, con tanta repetición, que dio motivo á que algunas personas se determinasen  a seguirlos desde lejos, y mediante eso reconocían que visitaban la iglesia vieja adonde iban y habiéndola visitado, volvían á la primera de donde habían salido (que era donde estaba la santa imagen), y antes de entrar en ella, se desaparecían; y viendo que habían desaparecido, llegaban á la puerta todas las personas que habían ido y venido siguiéndolos, y oían que de la parte de adentro proseguían disciplinándose, y advirtiendo que habían entrado sin romper la puerta ni abrírsela persona alguna, sino estando como antes cerrada con la llave. 
  
Otras veces se oían músicas en el aire de voces muy sonoras y diversos instrumentos, y otras, finalmente, dentro de la iglesia, grandes gemidos, suspiros y sollozos que movían  a mucha lastima. De suerte que los vecinos no se atrevían ya a llegar á la iglesia, del temor que los traía, y s tenían á todos bastantemente amedrentados: y con esta diversidad de ruidos, repiques de campanas, golpes dentro de la iglesia y fuera de ella, muchos de los vecinos no se atrevían á salir de sus casas  y ranchos, temerosos que no fuesen indios chichimecos (que estar allí muy cercanos), que con aquel engaño los quisiesen sacar de ellas para hacerles algún mal. Y muchos de los vecinos veían bajar todos los miércoles en la noche tres estrellas muy resplandecientes que se ponían en una cruz de hierro que estaba sobre la iglesia.
 
En que es muy de notar, en cuanto al día, que siempre dedicado a la pasión de Cristo Señor nuestro, el viernes, no bajan ni se veían dichas estrellas los viernes, ni en otro alguno de la semana, sino el miércoles: que manifiesta claramente la alusión al día en que se había de renovar, y se renovó, que fue un miércoles víspera de la ascensión; y enguanto al lugar, es asimismo de notar, que por se la santa imagen de Cristo Señor  nuestro crucificado, se pondrían en dicha cruz de hierro, y no en otra parte de la iglesia. Y últimamente, en cuanto al número, podemos piadosamente discurrir, que por ser tres los clavos con que está escarpiado en la cruz, con respeto á ellos eran tres, y no mas las estrellas, para que fuera de la hora (que no sanemos si seria también la misma de la renovación, y si duraban y permanecían toda la noche) por el día en que bajaban, por el lugar donde se ponían y por el numero en que se veían, se conoce dicha alusión y relación que hacían a la santa imagen y a lo que en ella había de suceder; y en cerrándose aquí otro admirable y profético misterio, como era querer dar al cielo señales evidentes de que se había de renovar y renovaba esta soberana imagen, para que viviese a ser colocada y perpetuamente venerada en este convento de religiosas carmelitas descalzas, pues bajar los miércoles ( que es día dedicado a Nuestra Señora del Carmen) las tres estrellas, y ponerse en la cruz que estaba sobre la iglesia, era bajar a formar el escudo de esta sagrada religión, y como por escudos de armas se conocen las casas de los señores, así quiso desde entonces este gran señor dar a conocer que la casa donde había de exaltar el trono de su misericordia, era la de sus queridas esposas, hijas de la su santísima Madre Virgen María del Monte Carmelo, reformado y renovado, como se verá después en el capitulo XIV.

Todos los suceso referidos se experimentaron en el transcurso del tiempo que corrió, que fue de mas de cinco años, desde que se mando enterrar la santa imagen, hasta el de 1621, en el cual, siendo actual cura vicario de la minas dicho Lic. Pedro Zamora, y habiendo ya dos, que era ó que asistía en ellas como su dueño; segundo viernes de cuaresma (día 5 de marzo), hubo u n aire y huracán tan recio, que se llevo la mitad del techo de la iglesia, y acudiendo al ruido y estruendo que hizo con el gran golpe que dio al caer, muchos de los vecinos yendo a ver lo que había resultado y sucedido, no pudiendo entrar en ella por estar cerrada, y la llave en poder del vicario, que estaba ausente del Real á esta sazón, desde la puerta de afuera, por unas ventanillas o reja de barandillas que tenia la puerta, vieron todos que la santa imagen vieja, destruida como estaba, desprendida de la cruz, salía por si misma de la iglesia por el aíre, y detrás de ella en su seguimiento la santa cruz , separada y distante mas de doce pasos, y causando á todos esto la admiración, que por si se reconoce, y absortos manifestaban a voces , comenzaron a darlas a una criada del vicario, para que trajera la llave de la iglesia. Lo que no tuvo efecto por haberla dejado guardada el amo en su escritorio, con que se resolvieron a descerrajar las puertas para entrar. Y habiendo entrado, vieron que en el aire, retirándose la santa imagen para atrás, y la santa cruz en la misma forma, hasta llegar al sitio en que estaba, volviéndose a clavar en el mismo lugar, poniéndose y quedándose en él, como y en la manera que estaba antes.
  
En la ocasión de este suceso estaba, como se dijo ausente del real el vicario, que por carnestolendas había venido á  esta ciudad a prevenirse de cera, y lo demás necesario al culto divino en su iglesia, para el tiempo de la cuaresma y de la semana  santa; y habiendo vuelto, dándose cuenta y noticia, lo tuvo talmente por cosa de quimera, y que se les antojaba á los vecinos, a quienes así manifestó que lo sentía con muy serias palabras y razones, no menos que decirles claramente a todos: Que era mentira, que no podía ser, y que no lo creía, porque Dios no tenia necesidad de hacer milagros para que le creyesen: que estaba la fe en su punto, y que así no lo podía creer, y que todos bebían estar dados al diablo aquel día, que se les debió antojar, y que así no lo quería creer. Afirmándose mas en esta resolución y juicio que hizo del caso, con lo que experimentó en el que sucedió poco después.
 
   
Porque a mediada cuaresma, estando él en el real se repitieron algunos de dichos ruidos en la iglesia, como fueron grandes gemidos, sollozos y aullidos, que se oyeron entonces dentro, como á las diez horas del día, varias personas, así hombres como mujeres, que estaban lavando metales junto de la misma iglesia, y obligados del temor, fueron todos despavoridos huyendo a casa del vicario, refiriéndole lo sucedido, pidiéndole  fuese a ver quien había dentro. Y habiendo ido con todos ellos, y los pupilos o estudiantes que tenia en su compañía, halló la puerta de la iglesia cerrada: la abrio él mismo, entro en ella, la registro y reconoció, y no descubrió ni vio cosa alguna que pudiese haber motivado dichos ruidos o causádolos, con que comprobó el dictamen que había hecho, de ser antojo o aprehensión de los vecinos el suceso antecedente, y así se los volvió a manifestar con aspereza, pues vuelto a los que habían ido a llamarlo, les dijo: Quien bien decía, que no era posible, sino que estaban enajenados, porque no había visto nada dentro de la iglesia, y que se les debía de antojar, y que de ahí en adelante no fuesen con impertinencias y disparates, porque al que no se aquietase y alborotase el real lo castigaría severamente.
 
Pasados los demás días de la cuaresma, y la Pascua de resurrección ( que celebro dicho año de 21 a 11 de abril, tiempo en que se padecía en el real y toda su comarca la esterilidad y demás daños de una grande seca, y falta de agua, que los ocasionaba, para que se consiguiese el remedio de quien solo podía darlo, que es Dios nuestro Señor), uno de los vecinos que se llamaba Alonso de Oropeza, pidió al vicario hiciese por amor a Dios una procesión de rogativa, porque si proseguía la falta de agua, quedaría destruido, según las grandes perdidas que ya estaba experimentando en la sementeras y ganados, muriéndose, como se le morían estos, por falta de pastos, y secándosele aquellas. Reconocidas por el vicario la urgencia de la necesidad, y lo piadoso y eficaz del medio con que se solicitaba el alivio, determino hacer la rogativa y procesión, y queriendo él sacar en ella una imagen de Nuestra Señora que tenia, clamaron todos á una voz: Que no, sino el Cristo;  y habiéndolo repugnado y resistido, diciendo: Que no quería, porque estaba indecente, negro y sin cabeza, instaron todos, y volvieron a clamar (quizá por que experimentaron el día del huracán, ó lo que ahora había de suceder), en que no obstante, había de salir el Santo Cristo.
 
Condescendió a los clamores é instancias el vicario, y lo saco en procesión que hizo con muchas lagrimas y devoción, yendo él en ella descalzo de pié y pierna, y á su imitación todos los otros, y por eso, y ser el camino que llevaron áspero y agrio, por pedregoso y espinoso, como tierra de minas, tan mortificados, que iban derramando sangre por las roturas que los pies se les hacían. Y siendo así que cuando salieron eran las nueve de la mañana, el sol tan ardiente que abrasaba,  y no había señal de agua, ni la mas pequeña nube en todo el cielo, antes de llegar a medio camino, comenzó a entoldarse el cielo de luto con grandes y densas nubes. Y habiéndose hecho solamente oración en la iglesia a donde fueron (que era vieja  a donde iban disciplinantes penitentes), al volver la procesión de ella para la del santo cristo, comenzó a llover de tal manera y tan digan de admirar, que hubo peligro de no poderse decir misa: si bien no se omitió, y después hizo una platica el vicario, en la forma y con la brevedad que dio lugar al venir mojado, de lo que había llovido en la misma procesión, y se continuo la lluvia no solo por diez y siete días sucesivos, sino con la singularidad de ser en el real, y dos leguas en contorno solamente, sin extenderse una gota a Ixmiquilpan, ni á otra parte: circunstancias que declaran bastantemente deberse a la devoción con la santa imagen, semejante beneficio, y reconociéndolo así todos, dieron á Dios debidas gracias.
  

 
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Antes de proseguir con esta historia hagamos un parentesis para hacer la siguiente apresiacion que evite confusion alguna en cuanto a la soberana imagen de la cual estamos hablando.

La llegada de los grupos otomíes al valle del mezquital se ubica entre los años 660 y 650 de nuestra era, y desde entonces han poblado esta región. Según Humboldt, ya se obtenían plomo de la minas de El cardonal y Santuario. En esta última zona se inicia, hacia 1537, la explotación de uno de lo primeros fundos mineros de los que se tiene noticia durante la época colonial.


Don Alonso de Villaseca, que se convirtió en uno de lo más ricos personajes de
la Nueva España. Llego por 1545 a nuestra región e hizo construir dos capillas: Una en el Cardonal, donde deposito una imagen de la Purísima Concepción y otra en Mapethé con un Cristo en la cruz, el cual era conocido como el Cristo del Real de minas...del Plomo Pobre...del Cardonal. Este territorio a la postre se convirtió en la “Parroquia de la Purísima Concepción de la Beatae Virgen Mariae en Cardonal del Plomo Pobre”. La Purísima desde entonces se quedó como patrona de la Parroquia en su sede de Cardonal. El Cristo depositado en  Mapethé fue centro de acontecimientos milagrosos en la primera mitad del siglo XVII. Pese a la lucha de los habitantes de esa región para que la imagen se quedara allá, el Cristo milagroso fue trasladado a la Ciudad de México y estuvo depositado en los siglos siguientes en el Convento de Santa Teresa la Antigua. de ahí recibió el nombre con el que se le conoce actualmente “Señor de Santa Teresa”, y es esta Santa imagen la cual nos ocupa en esta narrativa . En su lugar llegó otra imagen de Cristo crucificado al Pueblo de Mapethé, la cual hoy dia conocemos como "Señor de Mapethe" igualmente venerada por la población de toda la región, realizándose peregrinaciones hasta el día de hoy, una de las mas concurridas es que se realiza cada año a Cardonal, antes y despues de semana santa, la cual conocemos como la bajada y subida. Con su llegada  el pueblo que hospeda al Cristo se convirtió en el Santuario de Mapethé. 
 

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Renuévese milagrosamente la Santa Imagen con extraordinarios
y admirables sucesos, antes y después
de su milagrosa renovación.

 
 
   
Habiendo sucedido lo dicho hasta aquí, estando la santa imagen con notable vejez y destrucción, como la referida; por último, miércoles 19 de mayo del mismo años de 1621, víspera de la Ascensión de Cristo Señor nuestro, entre tres y cuatro de la tarde, poco más ó menos, estando el vivario en un altillo, ó parte alta que había encima de la iglesia, rezando un rosario, y como él dijo, llorando y pidiendo a dios misericordia en aquella soledad, oyó primero dentro tan grandes golpes y gemidos, que parecía se hundía la iglesia con los golpes, y que a él se le arrancaba el alma de solo oír los gemidos según eran tristes; tanto, que lo lastimoso de ellos le aumento las lagrimas que estaba derramando, hasta ser de hilo en hilo de dolor de sus pecados. No dejo justamente de turbarse y asustarse; pues temeroso quiso huir, aunque no lo hizo, sino que habiéndose recobrado y vuelto en sí, discurriendo que quizá estaría dentro alguna persona que por descuido se hubiese quedado encerrada y quisiese salir y no pudiese, y por esto aquel ruido; bajó á la puerta de la iglesia para reconocer si seria así por las verja y barandillas que tenia. Y visto con esta diligencia, que hizo á toda su satisfacción, no ser esa la causa, juzgó lo seria también en él su aprehensión y fantasía, como de los vecinos había pensado y díchoselo, dándole cuanta de lo que ellos había visto y relatado.
 
Con esto se sentó en la gradilla se la puerta  a continuar su oración, y á tan breve rato como el de haber rezado el Padre nuestro y Ave María cinco veces, oyó á las espaldas por la parte de adentro de la iglesia otros tres gemidos, con tan gran dolor y lástima, que le hicieron prorumpir de nuevo en lagrimas, é instantemente otros cinco ó seis golpes tan recios como los primeros, pues parecía también aquí con ellos que se venían abajo lasa paredes; y entendiendo eran los que los daban ladrones que querían robar la iglesia aviso para socorro con la campana, dando tres golpes o campanadas, y vinieron primeramente dos mancebos españoles naturales del pueblos de Otocpam, que vivían con él y les enseñaba latinidad, á quienes en conformidad del juicio que hizo de haber ladrones en la iglesia dijo: Hijos, llamad gente; quieren robar la iglesia, que hay gente dentro; en cuya consideración, dichos dos mancebos llamaron y convocaron los vecinos, que acudieron en muy crecido número, concurriendo muchos hombres y mujeres, españoles y mestizos que vivían en el Real; y habiendo entrado todos en la iglesia, registrándola toda, y no hallando en ella persona alguna ni otra cosa, hicieron el vicario la reconvención que ya él mismo se había hecho, retornándole la respuesta que les había dado, cuando le noticiaron de lo sucedido, para que con lo experimentado ahora por si mismo, se desengañase y viniese en conocimiento de que le habían entonces informado la verdad. Padre vicario ¿también á V. se le antoja como á los demás? Echara de ver para que lo crea, que lo que habemos dicho era verdad, y con esto salieron todos de la iglesia. 
   
     
Cerrando la puerta para irse á su casa cada uno, comenzó a tañarse tan aprisa y reciamente la campanilla del altar mayor, que se hacia pedazos, como llamando a la gente; y creyendo el vicario, manifestándolo así a los circunstantes, ser sin duda bellaquería ó burla que les hacia alguno que estaría escondido detrás de dicho altar mayor (cuyo registro debió omitirse antes ó no ser tan exacto), creyendo tan sin duda lo que pensó y se le ofreció al vicario, que les dijo: Según esto, algún bellaco se metido detrás del altar mayor para hacer burla de todos; para desengañarse entraron otra vez todos y reconocido y registrado, no halaron indicio de quien pudiese haberla tocado y repicado. Haciendo por si mismo juntamente el vicario esta diligencia, por la parte donde estaba la santa imagen colgada con alcayatas (que era en el rincón del lado del epístola, y cerca de dicho altar mayor) había asomado la cabeza detrás de él, y sacarla, sin descubrir lo que buscaba, le cayó de lo alto una gota de agua en la oreja derecha, en que no tuvo embarazo para poderla recibir y percibir, estando descubierta, por no traer en la misma cabeza mas de un solo bonete colorado redondo, de los que usan en la mar los navegantes, y usaba él siéndolo entes en el ejercicio de capellán de las armadas y flotas que venia a esta Nueva España: y como estaba tan ajeno de lo que verdaderamente era, prosiguiendo en la diversidad de juicios que formaba a cada cosa, atribuyo dicha gota de agua en la oreja a indecencia de alguna de la muchas ratas de la iglesia; y levantando la cabeza y mirando al techo lamentó lo muy arruinado que se hallaba, y el peligro que el corría, y de que se recelaba de este modo: ¡Bendito sea Dios que ya las ratas nos echan sus inmundicias! ¡Cuantos caballeros tiene en México sus caballerizas mejores que Dios tiene su iglesia! Y para el día que esta iglesia me ha de coger debajo quisiera yo algo (en que es muy digna de notar la candidez y sinceridad del piadoso vicario, y la turbación con que se hallaba). A esta sazón uno de los del concurso, alzando una vela encendida que tenia en la mano, para reconocer él también si había una persona detrás del mismo altar mayor, inclinándose con la luz hacía la santa imagen dijo con mucha admiración: Señor vicario, el Cristo que está aquí llueve agua; y acercando mas la vela de calidad que lo pudieron ver todos, dijeron á una voz: El Cristo suda, y se ha renovado.
 
El vicario subió en una silla, que por ser corto de vista le pusieran par verlo bien de cerca, y con eso certificarse mejor y enterarse mas del caso, y hallo y vio ser así, que estaba renovado, la cabeza entera y sana, sin roturas ni roeduras de ratones, y todo el santo rostro y cuerpo tan resplandeciente, que parecía un espejo, y los ojos abiertos, sin que pareciese tener todo él aun una sola gota de sangre, sino muy albo y muy hermoso, y con entereza y perfección que antes no tenia, y ser tanta el agua y tan copiosa que sudaba, que estaba lleno de ella todo el suelo: con otra circunstancia tan rara y tan notable de tener como tenia al mismo tiempo y juntamente, polvo con la misma agua, estando ésta debajo del polvo, y éste encima de la misma agua, de tal manera, que soplándolo se dividía y desviaba, quedando solo el agua en el cuerpo de donde salía, y no el polvo, y éste y aquella en muy copiosa cantidad: y como había dicho misa el vicario y vístolo, y dejándolo entonces con su antigua deformidad y destrucción, quedo tan absorto y admirado como se puede entender, viéndolo después tan repentinamente con la blancura, hermosura, entereza, perfección y demás circunstancias referidas, y en fin tan lindo como estaba y se veía en la iglesia vieja de Santa Teresa, al tiempo que lo escribió el vicario, y hoy se conserva.
 
Y sin embargo de haber visto por sus propios ojos la renovación instantánea y milagrosa de la santísima imagen, se porto con tal prudencia y madurez, que se le ofrecieron otras dudas de nuevo, y para salir de ellas, prosiguió á las diligencias siguientes. 
 
     
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Del origen de la santa imagen: Recordemos que al relacionarla con el hombre más acaudalado del siglo XVI novohispano, Alonso de Villaseca, se creyó más conveniente establecer que se había importado de los reinos de castilla” puesto que el magnate era toledano. Sin embargo esta imagen de caña de maíz que podemos observar a nuestros ojos de indudable factura indígena, pudo ser elaborada en la región del hoy estado de Michoacán. El material con el cual estaba elaborada, es conocido como "pasta de Michoacán" o "pasta de caña de maíz", que por su ligereza era muy utilizado por los tarascos para elaborar esculturas de sus dioses. Sin embargo, las noticias acerca de la composición de la pasta, así como de la técnica para fabricar las imágenes, son escasas y hasta confusas. Por ello, los cronistas de los siglos XVI y XVII sólo pudieron dar testimonio de la rareza del material y sus cualidades, más que de la técnica en sí, la cual posteriormente fue aplicada para realizar esculturas cristianas. Según La Rea: "Cogen la caña y le sacan el corazón y moliéndolo se hace una pasta con engrudo que ellos llaman tatzingueni, tan excelente y hacen con ella las primorosas hechuras de Cristos de Michoacán.
 
Descrito lo anterior nos permite, abrir una incógnita de la procedencia de la santa imagen. Dos datos resultan de gran importancia: la consideración de que la imagen era “de papelón y engrudo”, y que apareció “por el año de 1545”.  Y no está por demás apuntar que era la época del famoso escultor de imágenes de caña de maíz, Luis de la Cerda.
 

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Diligencias prudenciales del vicario, y sucesos después
de renovada estando todavía en las minas. 

 
   
Visto el suceso (que á todos ocasionó generalmente lagrimas y compunción), quitó la santa imagen de las alcayatas el vivario, y poniendo el pie de la cruz en el suelo, y los brazos arrimados al altar mayor, comenzó á limpiarle, y cogerle por todo santo cuerpo el sudor, y lo estuvo haciendo así, hasta que anocheció, que viendo no cesaba, dispuso le encendiesen, como le encendieron, mas de cincuenta luces que ardieron toda l noche, en la cual prosiguió tan copioso y permanente, que se mojaron y remudaron muchos lienzos grandes y chicos, y duro y se continuo no solo toda l noches, sino hasta las ocho de la mañana del día siguiente que fue la Ascensión (20 de mayo), en que la subió á la mesa del altar en un hoyo que en ella se hizo á propósito, y de manera que entrase en él, como entraba mas de media vara de la cruz, y le puso un velo de tafetán de china, cubriéndola con él de lato á bajo, de modo que por parte alguna no se viese, y atándoselo por los pies, por parecerles necesarias estas y otras circunstancias y diligencias prudenciales que usó, en orden á enterarse mas en verdad. Como fueron así las expresadas, mandar a todos con censura, que ninguno divulgase lo sucedido y que habían visto, hasta tanto que estuviese muy bien averiguado, y en su calidad en el origen que pudiese haber tenido, como esperaba en nuestro Señor que se haría, y que lo recubriría, y otras que se dirían respecto de que se hallaba interiormente confuso, y sin saber qué haría, ó que podía hacer, porque por una parte no podía negar ni dudar lo sucedido, por haberlo visto el mismo, y del modo y manera referida, por otra se le ofrecían también diversas consideraciones de si podría ser ó seria con efecto operación de alguna persona que se hubiese echado agua á la santa imagen por la boca, ú otra natural, ú otra de has que en tales casos se recela y recta la prudencia. 

Quedo la santa imagen en el hoyo referido de la mesa del altar, y puesto el velo el mismo jueves día de la ascensión, y el viernes y el sábado inmediato (22 del mes de mayo) dijo misa el vicario, y no advirtió por entonces novedad que pidiese otra diligencia, hasta que á la una del día, con ocasión de disciplinarse un vecino devoto, llegó á casa del vicario á pedirle la lave de la iglesia para hacer oración anta la santa imagen: lleváronla, y acompañado de otras dos persona, así abrieron y pusieron el pie dentro, y vieron que sudaba segunda vez agua tan copiosamente, que estaba la santa imagen toda llena de ella, y había calado y pasado todo el velo, admirados comenzaron á dar voces y gritos, que suda el Cristo: á que se congregaron y juntaron todos los vecinos que se fueron luego con la noticia al vicario; y aunque lo hallaron recogido y durmiendo la siesta, despertándole los mismos gritos y voces con que absortos le dijeron: Padre, miré que suda el santo Cristo: vaya luego a la iglesia, fue tan á toda diligencia, que salio descalzo (observaba quizá dormir así la siesta), rompiendo por medio de todos ellos, y hallo y vio era tanta el agua que habiendo mandado encender las luces, subió en él y l desato y quito el velo, que al írselo quitando crujía, por habérsele unido tanto que parecía puesto y pegado con mucho arte é industria como si fuera algún hombre vivo cuando le quitan alguna bizma que tiene pegada, de suerte que por una parte, al mismo tiempo que por estar calado todo del sudor había de hallarse fácil de quitar y desunir, aunque cuando se le puso se le hubiera pegado muy de propósito, lo tenia tan unido, que hubo tanta dificultad en quitárselo; y por otra parte siendo la debilidad de su materia de papelón y engrudo, no se deshizo ni destruyó. 
   
Habiéndoselo, pues, quitado el vicario, quito también y bajó la santa imagen del hoyo referido, y le limpio el sudor que prosiguió desde dicha hora, como la una del día hasta las diez o doce de la noche que cesó, y la volvió a subir y poner otra vez en el hoyo, donde la dejo con luces, arrimada á un baldoquin de brocatel, afianzada la santa cruz en el mismo con cuñas y con piedras, y sin correrle, como no le corrió el velo.
 
No se experimento nuevo suceso en los ocho días siguientes que corrieron inclusive desde el referido sábado, hasta el otro subsecuente (29 de dicho mes de mayo), en cuya noche habiéndose  tocado por si mismas las campanas de la iglesia, acudieron todos á ella, para saber la ocasión y mas á la hora que era: discurriendo si se quería suceder otro prodigio nuevo, como en efecto así fue, y no uno solo, sino tantos como fueron, reconocer que se habían tocado por si mismas las campanas, y habiéndolo reconocido, entrar en la iglesia, hallar y ver la santa imagen con movimientos de persona viva, pues estaba con los ojos abiertos y pestañando, abierta asimismo las boca, de calidad, que parecía hablaba, y dando tan grandes vaivenes de un lado a otro, que causaba horror y espanto por ser tales, que con haber mas de media vara de la santa cruz dentro del hoyo de la mesa del altar en que estaba, y demás de esto, afianzada y acuñada en el mismo hoyo con las piedras, ponía los extremos de los brazos de la santa cruz en el altar, y continuando todavía en los movimientos de pestañar, tener la boca abierta, de modo que parecía hablaba. Y en los estremecimientos y vaivenes se ocasiono de ellos, el que á vista del concurso se le rompiese el costado derecho, haciéndosele en él una cicatriz ó raja: suceso que declaro á todos bastantemente no haber intervenido en los antecedentes ni en la renovación, industria humana, ni otra causa de las que dudo, y se le ofreció que podían ser al vicario.
 
No vio el vicario lo referido, porque había ido el mismo sábado a dormir al Real de San Nicolás, para decir en él la primera misa el domingo, y habiendo vuelto a decir la otra donde estaba la santa imagen y referídole lo que había pasado la noche antes, se la puso a mirar y reconocer con atención, y vio tenia abierto los ojos, la boca y el costado hendido de lato a bajo, y siendo ya como eran las once, trato de decir la segunda misa, que había principiado a dicha hora, estando rezando la hostia postrera, comenzó a sudar (tercera vez) agua á vista y con admiración de todo el pueblo, que hizo muchas exclamaciones, y la estuvo limpiando desde que acabo la misa hasta las cuatro de la tarde que se continuo y duro el sudor. Y dejándola con luces, como había estado mientras estuvo sudando, cerraron la iglesia y fueron a recogerse todos los que habían concurrido y asistido a la misa.
 
Lunes inmediato (31 de dicho mes de mayo) se oyó a la noche en el aire á la puerta de la iglesia una música celestial, que aunque no se entendía ni percibía lo que decía, era tan sonora y con tan dulces consonancia, que embelesando y admirando á los que la oían, no acertaban a explicarla después, ni sabían decir lo habían oído.
  
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Examen de la imagen en 1688. El autor de la obra cuya reimpresión seguimos, Dr. Alfonso Alberto de Velasco, fue cura propio del sagrario metropolitano y abogado de los autos que del cristo del real de minas mando formar entre 1688 y 1689 el arzobispo Aguiar y Seijas. Confiesa haber tenido en sus manos la imagen, por lo que no vacilo en declarar “su hermosa proporción, que según inspección que de ella hicieron jurídicamente los maestros de escultura, ensambladura y pintura… es la manera siguiente. 

La materia de que esta formada esta santa imagen se reconoció con evidencia, que por lo interior (que es lo que llaman alma los del arte) es de madera muy cosa semejante al corcho, y a los que los de la tierra llaman zumplantle, y la superficie que forma y perfecciona todas las partes del cuerpo, es de papel de estraza y engrudo, los extremos, cabeza, manos y pies son de la misma madera, lo uno y lo otro tan sujeto a corrupción y a carcomerse de polilla como es notorio, pues dicha madera parecida al corcho, es de suyo muy porosa, frágil y muy fácil de deshacerse con los dedos, y el papelón y engrudo es materia muy sujeta a la polilla y gusano, como se ve por la experiencia en los libros aforrados de cartón. 
La estatura de su cuerpo es del natural, como algo más de dos varas, y todo tan suave como su ley y su peso tan leve como sus preceptos.
 
Es su anatomía tan hermosa y bien proporcionada, como el cuerpo tan bien cortado de tercios, que en ninguna  manera admite censura alguna, sino mucha admiración; porque los brazos y piernas (que suelen ser en otros crucifijos las partes mas expuestas a los yerros de los artífices), son de igual correspondencia, como todas las demás partes donde los músculos, nervios y coyunturas hacen un todo perfectísimo, a quien la simetría, proporción y dibujo, hacen un rostro hermosísimo, no afeminado sino como de varón perfecto y soberano rey. 
 

La inclinación de la cabeza hacia el lado derecho, es moderada, de manera que de cualquier parte se ve muy bien y enteramente su rostro. El cabello que tiene propio, ondeando, y en lo largo con ajustada proporción, es avellanado o castaño oscuro y agraciado.
 
Los ojos, a lo que se ve por entre los parpados, tiene como arrasados o quebrados muy al natural, como de difunto, que causan temor y respeto; la nariz hermosa y proporcionada, la barba hendida por en medio y prolongada como cuatro dedos, toda llana, espesa y muy hermosa, como también el bigote copado y unido a la misma barba, y con su disminución en los extremos, la boca algo abierta, los labios denegridos. 
       

El pecho tiene levantado por le lado del corazón más que por el lado derecho propiamente, como de agonizante y difunto, y una hendidura entre la segunda y tercera costilla del lado izquierdo, que el tacto se hunde algo, y se muestra blando y benigno

El cendal se ve claro y distintamente tener algunas medallas de oro que son del tiempo antiguo, y no se usan ahora, las cuales denotan la mucha antigüedad de esta santa imagen.
 
Su colorido es muy hermoso, no es  de pulimento ni de mate o medio mate, ni pudieron los maestros del arte conocer ni distinguir que generó de encarnación sea; pero es tan jarciado y tan sobre lo artificial, que no puede ser mejor; y tan reciente, y rozagante, que parece acabado de hacer, siendo así que las imágenes muy antiguas se ponen negras o muy amarillas. 
  En lo que toca a la sangre, tiene en la frente a raíz del cabello una cinta de sangre, que muestra haberla cogido fresca, y limpiándola llevando algunas gotas de sangre, unas que caen derechas por encima de la cinta, y otras por debajo de ella que demuestran haber caído después de limpiada la cinta de referencia.
 
Entre las gotas de sangre que tiene el rostro, se ve una que sale de la boca y cae hacia el labio por el lado derecho, a donde está inclinada la cabeza que es muy a lo natural, y otra gota pequeña que tiene sobre la nariz a lado izquierdo.
 
La sangre que sale de la llaga del costado, va corriendo hasta el cendal, y de allí entra por debajo de él, hasta salir por el muslo derecho, y va goteando por la espinilla de la misma pierna derecha, y demuestra ser limpiada.
 
La sangre que sale de las llagas de las manos, esta chorreada a lo natural.
 
En las espaldas tiene una pequeña llaga, de donde sale alguna sangre harto hermosa, como también en las rodillas.


En la llaga del pies derecho, que cruza sobre el izquierdo, se ven muchas gotas de sangre, y de la misma chorrean sobre el pie izquierdo tres gotas, y por la planta del pie desde la llaga apara los dedos de los pies se ven muchísimas gotas de sangre tan menudas, como rociadas, que no pueden ser de pincel.

Y demás de esto, tiene por varias partes de cuerpo algunas señales de sangre, que demuestran haberse limpiado, y debajo de la barba algunas denotan estar cuajadas, y parte de ellas pareció a los maestros del arte ser artificial, que debió de ponérsela el que la encarnó en su principio y parte de ellas, y la mayor ser muy natural… 

La cruz en que hoy está la santa imagen es de cedro, en forma de un tronco de árbol grueso, y muy hermoso, y con los tres clavos de hierro plateadas las cabezas, se puso todo, el año de 34, cuando la colocó el Dr. Francisco Manso en su capilla de la iglesia vieja…
 
El examen de Velasco nos transmite y que dice estar apoyado en el dicho de pintores, carpinteros y escultores, resulta un curioso antecedente de la  “Maravilla Americana”, obra de conjunto promovida en torno a la Guadalupana por Miguel Cabrera (1756). 

 
     
 
 
            




Festividad en Honor al Señor de Santa Teresa
 Cardonal 19 de mayo 2012
 
Hoy día en Cardonal se festeja cada 19 de mayo la milagrosa renovación de esta soberana imagen , no con la solemnidad que anteriormente se hacia y con la grandeza de lo que fue esta festividad para los mineros de Cardonal, de quien don Epitacio Barrera Lozano (+1913) fue su ultimo promotor todavía en los principios de los años 1900, por esos años aun existía el auge de la minería, y eran precisamente los mineros quienes vestidos de manta blanca bajaban de las minas en procesión con flor de San Juan, para adornar el altar de este Cristo Milagroso en la capilla anexa a este templo, la cual conocemos como capilla de Santa Teresa. Con el transcurso de los años la minería perdió auge y por tanto esta tradición se fue perdiendo, así como la celebración de esta fiesta.
 
                   
 
 
                      
Esta procesión que los mineros hacían ala postre se convirtió en la procesión de la flor que cada año se celebra el 7 de diciembre en as vísperas de la festividad en honor ala Purísima Concepción patrona de la parroquia de Cardonal, imagen que trajera Don Alonso de Villaseca junto con esta soberana imagen del cristo de Santa Teresa a este Real de Minas en 1545.

En este año con iniciativa del comité de la iglesia de Cardonal se ha tenido el concurso de rescatar esta festividad de gran trascendencia en la historia de nuestro pueblo, mantener viva la veneración y devoción a esta soberana imagen que cada año se le recuerda, con la advocación del señor de Mapethe, en las procesiones denominas subida y bajada que se celebran antes y después de semana santa, tiempo en cual esta imagen permanece en Cardonal, para después regresar a su Santuario. El 19 de mayo la soberana imagen de Santa Teresa que esta depositada en la capilla del mismo nombre en Cardonal sale en procesión para hacernos recordar los días de su milagrosa renovación.
 
   
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